domingo, 21 de febrero de 2010

Al final del túnel.

Ella no podía más. Era uno de esos días en los que le dolía el alma tan sólo por caminar. Uno de esos momentos en los que el agotamiento ganaba la batalla. Uno de esos días en los que se busca la complicidad de una persona que te haga sonreír y olvidar los problemas.

Sin embargo, en aquellos precisos instantes se encontraba más sola que nunca. Rodeada de miles de personas que giraban en torno a ella, pero necesitaba gritar para no ahogarse en la soledad. A lo largo de los últimos años había tenido que renunciar a muchas cosas para conservar algunas amistades muy importantes para ella. Sin embargo, no había conseguido su objetivo. Tan rápido como aparecieron, se fueron. Fugaces como estrellas, y a la vez tan permanentes en su ser como los propios astros. Pasarán millones de años antes de que desaparezca su luz.

Ella había malgastado demasiado tiempo creando su particular historia de fantasía. Sin embargo, era tan real que a menudo creía que estaba escribiendo su propio devenir. Seguía su camino con paso firme, sin dar tumbos. Y al final del túnel alcanzó a ver una sombra que le esperaba con los brazos abiertos. En cuanto se tuvieron uno frente al otro, él la estrechó contra su pecho. Fue entonces cuando ella oyó el latido de su corazón. Elevó la mirada para observar su rostro, pero una dulce brisa animó la estática escena, invitando a los personajes a fundirse en un beso infinito.

Mientras tanto, un paso por detrás, sonreían dos personas. Sus confidentes. Aquellos con los que ella había compartido su día a día desde hacía ya varios años. Aquellos que nunca le habían fallado. Aquellos que día tras día le sonreían, le animaban, le daban un abrazo y le contaban una historia divertida. Aquellos con los que hacer una breve escapada era dar un soplo de aire fresco a la vida. Aquellos que hacían que la vida fuera más bonita. Aquellos que tal vez no sepan lo importantes que eran para ella. Pero lo son.

Y por ello estaban allí, al final del túnel. Para hacerle ver la luz. Para animarle el día.

Absurda Cenicienta.

viernes, 12 de febrero de 2010

Temblor en el Caribe

Desde la lejanía se observa cómo ya han desaparecido de los espacios informativos las últimas novedades del caos en el que se encuentra Haití. Más de 200.000 muertos, un gran número de desaparecidos entre los escombros que un día conformaron los cimientos del país más pobre del continente americano y millones de personas sin hogar. Pero ya no importa. Ya no tienen espacio en los diarios, ni en las ondas radiofónicas y, mucho menos, en el cotizado espacio televisivo.


12 de enero. Haití. La tierra tembló y en los siguientes segundos reinó el caos en la isla del Caribe. A continuación llegó el llanto, la desesperación y la búsqueda de supervivientes. Inmersos en una escena congelada, polvorienta e inóspita, los haitianos se recuperaban del shock rescatando cadáveres. Los cuerpos se apilaban frente a las ruinas de antiguos hospitales, mientras improvisados centros de campaña hacían lo imposible por devolver la vida a aquellos que lo habían perdido todo en tan sólo unos instantes.

Por unas semanas todos los ojos se centraron en Haití, mientras que tan sólo un par de semanas más tarde la vida ha vuelto a su cauce natural. La información gira en torno a los partidos de la jornada, a las leyes culturales de Catalunya, a los galardonados en los Goya o en las últimas frases de la Esteban y otros personajillos de su talante.

Porque me resisto a que esta sea mi realidad.

Porque no podemos quedar impasibles ante la desgracia de miles de personas.

Porque los medios deben de estar con aquellos que más lo necesitan.

Porque tantas y tantas cosas... necesito reflexionar.

- Absurda Cenicienta-