Es de auténtica valentía ir a trabajar en las gélidas madrugadas de invierno, en un lugar de la Sierra Callada, con paso firme y por un paupérrimo sueldo. Sola, y en silencio. Sin poder llevar luto. Sin poder enterrar a tus muertos. Tienes que alimentar a tu familia, no puedes permitir ser la siguiente que pierda la vida en aquella fatídica tapia. No puedes ser un cadáver más en una cuneta perdida. No recuerdes. No sientas. No llores. Aquí todos callan. Hay miedo, mucho miedo.
“Llegarán tiempos mejores”, o eso pensabas- pero tú, querida viuda de la Sierra Callada, sabes que la cuesta se hace eterna. Ahora en tu sillón miras al horizonte con la cabeza alta, pero tus ojos se nublan. No temas, fue demasiado tiempo. Te robaron cuatro décadas de tu vida, pero no la dignidad. Ahora tus bonitos ojos verdes miran al futuro con esperanza. Tu pasado está en un tarro de cristal. Lo sé… tienes miedo de abrir la caja del recuerdo, miedo por recordar muchas penurias que tan sólo tú sabes. Querida viuda, nunca olvides a aquellos que murieron, nunca olvides la sangre, el dolor y el llanto. No dejes que vuelva a reinar en tu vida el miedo. Tampoco será compañero de vida nunca más el silencio. Preciosa, puedes cerrar los ojos tranquila. Ojos de esmeralda, al fin… ¡has enterrado a tus muertos!
Por la dignidad que todo ser humano tiene de ser enterrado dignamente. Por todas las personas que siguen enterradas en una cuneta perdida- tal vez próxima a tu casa. Porque no nos gustaría que fueran nuestros familiares los que están ahí. Por la justicia. Porque observo con ojos incrédulos que haya personas que se opongan a algo tan humano. Para concluir, nada mejor que las palabras de Victor Manuel.... ¿Cómo voy a olvidarme?
-Absurda Cenicienta-