domingo, 19 de septiembre de 2010

Descansa en paz, paisano

Querido paisano,
hoy todos y todas somos un poquito huérfanos. Ya no estás. Tú, 'el abuelo' aragonés. Aquel que dedicó parte de su vida a recorrer las zonas rurales para demostrarnos los valores de aquella gente. Para quitarnos de la cabeza el capitalismo voraz que reina a sus anchas. Para mostrarnos la humildad y la sencillez de sus gentes.

Por batallar desde la tribuna del Congreso de los Diputados o desde los versos que salían de tu pluma. Por ser voz de aquellos que no la podían alzar. Por ser defensor de la libertad y de los derechos de los aragoneses. Por amar tanto a tu tierra. Por no achicarte ante aquellos que no saben respetar a las minorías. Por saber mandar a la mierda a aquellos que lo merecen.

Por tu humildad y saber estar. Por tu léxico exquisito. Por todas las poesías que nos has dejado. Por tus canciones. Tu amigo Joaquin Sabina ya lo dijo una vez, ¿recuerdas? "Hay tres cosas que no cambian de chaqueta: Buñuel, los Goya y la voz de Labordeta".

Por ser un icono y referente para varias generaciones. Por regalarnos el canto de la transición. Por no conformarte con lo establecido. Por ser contrario a los regímenes que oprimen y por intentar que seamos conscientes que sin la ayuda y colaboración de todos y todas, será muy difícil de que tengamos una tierra que ponga libertad.

Por ser tan especial. Te escuché por primera vez a la tierna edad de tres años. Mis padres me llevaron a verte a Jorcas, un pueblecito de Teruel cercano al mío. ¿Lo recuerdas? Dicen que tuvimos que aguantar una granizada muy fuerte. Y, tras ese concierto, acudí a verte año tras año. Recuerdo lo bien que me lo pasaba con canciones como 'Severino el sordo'. Después fui escuchando tus temas por mi cuenta y comencé a entender el significado de letras como 'Rosa Rosae', 'Banderas rotas', 'Somos' o 'Aragón'.

Me emocionan. Cada vez que las escucho el vello se eriza. Por no hablar de la 'Albada', que cuenta la historia de tantas familias como la mía. Y por eso te has hecho tan especial para los aragoneses de nacimiento y para los de corazón que, como yo, queremos que esta tierra hermosa, dura y salvaje luche por lo que le pertenece.

Por ser un auténtico beduino, como te gustaba llamarte. Por animar a tus alumnos y alumnas y a todos aquellos jóvenes que te rodeaban a participar en la sociedad. Me gustaría concluir con una reflexión que me hiciste a través de una entrevista online.

Sólo os pido que penséis que la política no es algo ajeno a vosotros. Que desde que os levantáis hasta que os acostáis estáis sufriendo y disfrutandode la misma; de cómo estén las carreteras por las que váis, el autobús que cogéis o los materiales que tengáis en el colegio. Todo pasa por la política y la política depende de vosotros y vosotras. La fuerza de la opinión, la fuerza de vuestro voto es decisiva para cambiar las cosas. Los jóvenes tenéis que ser los que tengáis la fuerza para que otro mundo sea posible.

Allá donde estés...

SALUD, ÁNIMO Y LIBERTAD, COMPAÑERO.

DESCANSA EN PAZ

- Absurda Cenicienta-

jueves, 16 de septiembre de 2010

Que nada sea cierto

Ayer tropecé con una mujer.
Ella era preciosa. Pelo corto que favorecía su cuerpo juvenil. Inmensos ojos verdes, claros como la esperanza. Pero no brillaban. No tenían luz.

Caminaba distante, alejada de la realidad, con pesar serio. Sin mirar a nadie, con la cabeza hacia el suelo. Evitaba mirar a la gente a la altura de los ojos. Sus ojos no brillaban.

Lo que sí que destacaba en su cuerpo eran magulladuras en los brazos, en la cara y en el cuello. Su dorada piel no podía ocultar con maquillaje aquellos moratones que se debatían entre el fucsia- morado y el morado- verdoso. Moratones que trataba de ocultar con sus dulces manos. Magulladuras que trataba de evitar tras unas enormes gafas de sol.

Pero eran demasiado evidentes. No puedo quitarme de la cabeza esas cuatro marcas que aparecían en su brazo. Como si alguien quisiera regalarle el tatuaje de sus falanges. Cómo olvidar la sangría que llevaba en el cuerpo. Cómo olvidar esas marcas rojo escarlata rodeando las magulladuras.

Cómo olvidar su caminar. Cómo olvidar su mirada desolada. Cómo olvidar cómo trataba de ocultar todas las señales que alguien se había dedicado a propiciarle. O tal vez no.

Podría haberme acercado a ella, pero tuve miedo. ¿Y si se le hacen magulladuras con el roce de cualquier objeto? Es algo muy común. ¿Y si sentía mal al sentirse observada? Pero, ¿y si estuviera atravesando por un mal momento y hubiera podido ayudarle?

Espero verla de nuevo pronto, paseando su corte de pelo con la gracia de una artista de Hollywood, y luciendo bronceado sin tener que ocultar nada con maquillaje. Que todos mis temores tan sólo sean eso: temores. Que nada sea cierto. Que sea feliz. Que le brillen los ojos color verde esperanza.

- Absurda Cenicienta-

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Topamos con la Iglesia

Yo soy cristiana. Y, además, soy practicante.
De las de librillo. De las que van todos los domingos a misa.
De las que sienten devoción. De las que siguen la palabra de Jesús.


Pero no soy de las fanáticas que asumen las órdenes que vienen del Vaticano sin someter cada una de sus palabras a un juicio exhaustivo. Porque soy consciente de que la alta jerarquía eclesiástica que nos gobierna actualmente, es la misma que en el siglo XV mandaba a la hoguera a los ateos. La misma que castiga a los creyentes con sus falsos miedos en torno a los 'pecados'. La misma que cubre su cuerpo de hermosas casullas con hilo de oro. La misma que tacha de 'enfermos' a los homosexuales. La misma que cree que es una aberración que se tomen medidas anticonceptivas en poblaciones de África, castigadas por el Sida. La misma que denigra el papel de la mujer, otorgándonos la labor de servir en casa y vivir por y para nuestra familia.

Porque esta es la Iglesia que vemos. Una Iglesia desfasada y trasnochada. Una Iglesia que no avanza, que no aprende. Una Iglesia que está más preocupada por sus riquezas y por establecer sus órdenes que se olvida a menudo de su función. Una Iglesia que demuestra a través de los intolerables abusos y violaciones a menores que los votos de castidad se hicieron en balde.

Sin embargo, también está la Iglesia de la caridad. La de las personas que trabajan día y noche para aquellos que hay a su alrededor. La de los misioneros que dan su vida a hacer un poquito más fácil la situación en países pobres o en conflicto. La de los y las voluntarios que dedican su tiempo libre a ayudar a niños que frecuentan malas compañías o acompañan a personas mayores. La de los sacerdotes que se desviven por su parroquia y colaboran para dar la vuelta a las cifras y apostar por la cultura del pueblo. La de los jóvenes que se dedican a formar a los más pequeños en valores cristianos como la amistad o el amor al prójimo.

Porque esta última sea la Iglesia del futuro. Una Iglesia que avance y evolucione, que no se sienta estancada. Una Iglesia sin prejuicios, donde se sigan las escrituras de Jesús de una manera libre. Donde pueda interpretar la gente el mensaje libremente. Una Iglesia para cuya jerarquía un país no se movilice, sino que sea ella la que movilice a la gente. Pero no para asistir a sus mítines, sino que los movilice para ayudar. Una Iglesia que deje atrás la política y se dedique a predicar en el ejemplo. A ser más abierta y respetar todas las tendencias sexuales, sociales y políticas. Una Iglesia que no se dedique a construir falsos pecados. Y, desde luego, financiada por aquellos que creemos en ella, y no por el Estado.

Y para concluir me gustaría citar las palabras de M. Collado, una mujer profundamente creyente, y, a la vez, curiosa y crítica.


¿Por qué el amor si no está legalizado es pecado?

Las autoridades religiosas a lo largo de la historia nos han hecho creer en un montón de pecados, que muchas veces nos han costado una enfermedad o nos han confundido mentalmente.

Y digo yo Señor. Si tú nos has dotado de unos sentimientos para amar. Si a nuestro cuerpo se le ha impuesto unas necesidades emocionales y, que al mismo tiempo, son las conductoras para la procreación, ¿cómo podemos decir que su práctica sea pecado o una inmoralidad?

¡Cuántos tabús y cuántos sufrimientos pasan los hombres por esas leyes que creamos y que no entiendo!


-Absurda Cenicienta-