Cierro los ojos y recuerdo perfectamente
cómo fue mi encuentro con Santiago Carrillo Solares. En el trayecto en coche de
Valencia a Madrid mi padre y yo no hablamos mucho. D, mi padre, es una persona
tremendamente y permanentemente informada que disfruta debatiendo cada frase
que escucha. Sin embargo, ese miércoles de abril recuerdo un silencio constante
en el coche, tan sólo interrumpido por la voz de Iñaki Gabilondo en antena. Mi
padre es una persona serena, confiada y que nunca pierde los papeles, pero ese
día ambos éramos un flan con piernas.
Una vez llegamos a su portal fue todo
muy rápido: el portero que nos avisaba que el señor Carrillo había salido con
su mujer al médico a por unas recetas, el recibimiento acogedor en el salón de
su casa, las fotografías de la Pasionaria y el Picasso dedicado y, cómo no, el
olor a Dunhill que impregnaba ambiente. Su memoria prodigiosa, su entereza y
coherencia en el discurso, el apoyo en todo momento de su mujer sentada a su
lado en el sofá, la amabilidad y simpatía de su nieto, las memorias dedicadas a
mi padre o el regalo de un libro que todavía no había salido a la venta.
Recuerdo que D. y yo salimos en una
nube. Nos mirábamos y alucinábamos por lo afortunados que habíamos sido por
haber compartido dos horas con un personaje clave en la historia de nuestro país.
Hoy, 18 de septiembre de 2012, nos ha dejado con 97 años y me gustaría
compartir con aquellos y aquellas que quieran leerme algunas de las cosas que
nos contó.
Quiero
comenzar con una reflexión que hizo sobre el inicio de la crisis. Estábamos en
2008.
Yo creo que estamos atravesando un
momento difícil porque hay una crisis. Se trata de problemas económicos para la
gente que ningún gobierno domina y la razón es muy sencilla: estamos en un
sistema liberal capitalista, que tiene el lema de lo menos Estado posible, de
la privatización del todo y el gobierno no tiene derecho a intervenir ante los
movimientos de la banca ni a fijar precios. El gobierno está atado; sin
embargo, cuando las empresas hacen picias o crean situaciones críticas, la ciudadanía
exige al gobierno que arregle lo que han estropeado aquellos que no quieren que
el Estado intervenga.
Hay
quienes le atacaron ese año por apelar por el voto útil socialista en antena. ¿Por
qué lo hizo?
Lo hice porque en estas elecciones había
un peligro real de que la derecha ganara. Una prueba es que Rajoy ha obtenido
más votos y diputados que en la legislatura anterior. El triunfo del PP hubiera
supuesto un retroceso de todo el proceso democrático de este país.
Se
mojó al hablar de la izquierda española…
Independientemente de la simpatía que
tenga por Llamazares y Rosa Aguilar, creo que Izquierda Unida no es lo que
necesita la izquierda. Desgraciadamente este partido está minado por gente que
lo que quiere es ser concejal o tener un modus vivendi en política porque no es
capaz de volver a su vida privada, trabajar y ganarse la vida. Por lo que
respecta al PSOE, creo que Zapatero es un personaje un tanto singular, con una
cultura política distinta a la de los demás líderes socialistas; es mucho más
de izquierdas. Por eso temo que sea su propio partido el que frene sus
propuestas por no ser consideradas política clásica de la socialdemocracia. Es
triste tener que depender de un líder por no tener una estructura sólida que
respete la diversidad de la izquierda.
Y
defendió a la juventud y fue crítico con las estructuras de los partidos.
La juventud es un periodo muy breve de
la vida en el que el amor y el deseo de lo que se comienza a descubrir es muy
grande. Contra eso no se puede ir. Sin embargo, mi relación con las facultades
en estos años me enseña que hay una minoría importante de jóvenes que se
interesa en política y que algún día serán ellos los encargados de movilizar al
conjunto. También es cierto que los partidos no lo ponen fácil, ya que no
tienen espacio para que los jóvenes puedan aportar nuevas ideas. Quién quiera
organizar a la juventud tiene que ser consciente de que llega a la política por
caminos suyos, caminos juveniles.
“Lo
que es la vida- en 1936 estábamos los dos en Madrid; él dirigiendo la quinta
columna franquista y yo luchando contra ella y henos hoy aquí, juntos,
esperando la misma suerte por defender la democracia”. Ésta es una de las citas
que usted utilizó en sus memorias para explicar lo que sintió cuando estaba
junto a Gutiérrez Mellado tras el golpe de estado. ¿Cómo es posible compartir
cigarrillos con una persona con la que has luchado a lo largo de más de 40
años?
Mire usted, hay que tener en cuenta que
el Gutiérrez Mellado que estaba sentado a mi lado esa noche era más odiado que
yo mismo por los militares fascistas que creían que les había traicionado. Era
ya otro hombre, no era el del 36. Era un hombre que estaba ayudando a hacer la
transición en el sector más peligroso, que era el ejército. Y la verdad es que
aquella noche estábamos a tan sólo un metro de distancia, sentados y no
podíamos hablar porque teníamos un guardia civil armado enfrente de cada uno,
pero con la mirada y repartiendo los cigarrillos mantuvimos una conversación
frente a lo que era en esos momentos un enemigo común. Yo llegué a sentir
afecto por este hombre, que demostró mucho valor personal en ese período, que
no había sido un hombre de la represión durante el franquismo en absoluto y que
en ese momento había tropezado con sus antiguos compañeros que lo odiaban a
muerte. Cuando se tiene mi edad se sabe por experiencia que los enemigos de
ayer pueden ser los amigos del mañana, aunque sea por un momento. Hay que ser
mucho más abierto a esos cambios, yo no soy capaz de guardar rencor hacia una
persona años y años porque hayamos estado enfrentados. Yo he tenido a enemigos
enfrente y, una vez acabada la batalla o la lucha, pues yo juzgo las cosas con
un criterio político y comprendo muy bien que el adversario de ayer puede ser
tu aliado mañana, la lucha política es así.
Se
ha dicho a menudo que la búsqueda del consenso y la capacidad de acuerdo eran
atributos de los políticos de la transición, ¿es una carencia de los políticos
actuales?
Yo creo que un consenso como el que hubo
en la transición no es posible en la actualidad, ya que se dan raramente. Se
dio porque, por un lado, la burguesía que había estado con Franco se dio cuenta
de que o España entraba en Europa o ellos volvían a perder una ocasión
histórica de desarrollarse. Y, por otro, los trabajadores, universitarios e
intelectuales necesitábamos libertad para expandir nuestras ideas. Ahora,
también es cierto que el fenómeno de crispación que hemos vivido con el PP
junto a la jerarquía eclesiástica tampoco es normal en la democracia. Es un
obstáculo real para el juego parlamentario que exista una derecha muy difícil
de cambiar porque todavía queda en ella ese matiz reaccionario, ultraderechista
que aún se mantiene muy fuerte en este país.
Habló sobre la Constitución, el Eurocomunismo, el precio que pagó la
derecha y la izquierda en la Transición, la diferencia entre socialistas y
comunistas y su relación con antiguos compañeros y compañeras de escaño. Lo
dejo en el tintero para otro día.
Descansa en paz, allá donde estés.
Buenas noches Don Santiago.
Absurda Cenicienta