jueves, 30 de enero de 2014

La capacidad de consenso...


Con un pie a las puertas de febrero, contamos exactamente cuatro meses para las próximas Elecciones Europeas. Estos días hemos conocido numerosos movimientos que podrían corresponder a los mejores estrategas de la época. Puntadas con hilo perfectamente ligadas para ir creando el caldo de cultivo que la ciudadanía necesita para moverse- o no- en mayo.

Con todo esto rondando por mi cabeza, ayer al llegar a casa fui instintivamente directa a recuperar una pequeña Moleskine con apuntes de mi entrevista años atrás con Santiago Carrillo. Entre otras muchas cosas, hablamos de la capacidad de diálogo y consenso que tenían gran parte de los políticos y políticas de la transición.

Al cerrar los ojos por un momento vinieron a mi mente dos cosas. Una: que esa capacidad está prácticamente perdida o eso es lo que creo por la purga de poder que existe hoy en día. La necesidad que tiene la gente de dar pisotones, chafar a quien sea, con tal de conseguir un escaño, reconocimiento o simplemente la simpatía de la persona oportuna para salir en una foto. Reniego de ese tipo de personas y hoy no voy a hablar de esta gente.

La segunda cosa que vino a mi cabeza fue una persona que cambió mi concepción de la vida desde que nuestros caminos se cruzaron en la universidad. Físicamente lo único que tenemos en común son las caderas, e ideológicamente el valor básico del respeto.

A partir de ahí todo fluyó. Esa morena pizpireta, inquieta y comprometida con todo lo relacionado con el terrorismo se convirtió poco a poco en confidente, consejera y cómplice. Comprendí que dos personas completamente alejadas políticamente pueden entenderse si se respetan. En cinco años que compartimos mesa nunca nos enfadamos, y nunca dejamos de hablar de política.

Día tras día comentábamos la actualidad política. Ella desde su lugar, yo desde el mío, conseguimos fusionar nuestras miradas y darnos cuenta de que ni una ni la otra estábamos en lo cierto. Junto a ella realicé los mejores trabajos de historia y los debates más plurales. Me apoyaba en mi lucha por los derechos de la mujer y en mi rabia por ver el tratamiento de los medios. Le apoyaba en su respaldo a las víctimas del terrorismo y en sus discursos patrióticos.

Fue el mayor apoyo para las grandes entrevistas- y momentos, buenos y malos. La sentí conmigo entrevistando a Carrillo y me sentí con ella entrevistando a Sabino Fernández Campo. Mientras yo hacía prácticas en Levante- EMV, ella lo hacía en la COPE. Mientras yo estaba en TVE, ella estaba en ABC. Cada una en nuestro sitio, pero siempre apoyando a la otra.

Fue mucho más que eso. Cómplices dentro y fuera de las aulas, una más de familia de la otra, compañera de noches de Fosters y pistas de baile. Confidente y gran consejera.

Lo mejor de todo es que sigue estando en mi vida. Aunque no podemos vernos tanto como quisiéramos por los kilómetros que nos separan, sé que siempre la tengo a mi lado. Y ha llovido mucho desde el 25 de septiembre de 2006. Por eso y por todo lo que es para mi, tengo la necesidad de escribirte estas líneas para decirte, querida R, que te quiero mucho. Para agradecerte todo lo que me has enseñado y lo que, a buen seguro, tienes que seguir enseñándome. Algún día crearemos nuestra coalición RI y demostraremos que el diálogo y el consenso no era tan sólo cosa de políticos y políticas de la transición.

Absurda Cenicienta


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